martes, 10 de noviembre de 2009

SITUACION DEL CENTRO. EL BARRIO DE LAS FLORES

En las décadas de 1960 y 70, A Coruña sufrió un crecimiento espectacular y desordenado con la llegada de gentes del medio rural, muchas veces de lugares situados a pocos kilómetros del núcleo urbano, pero a gran distancia en términos culturales, sociales y económicos. Se crearon nuevos barrios construidos desde cero, unos con escasa o nula planificación y otros totalmente planificados. Entre estos últimos encontramos El Barrio de las Flores.
El polígono que iba a desarrollarse allí, se situaba próxima a lo que era y sigue siendo la principal entrada a la ciudad, la avenida Alfonso Molina. El terreno tenía un fuerte declive Este-Oeste y lo caracterizaba el paso del oleoducto Bens-Puerto, dividiéndolo en dos mitades.
Se trataba de un barrio paradigma de la modernidad, con un trazado cuidado y pensado donde se le daba importancia al peatón y se secundaba la del automóvil. Contiene calles peatonales que recorren los bloques a modo de galerías, y crea una serie de recorridos que une los bloques con plazas, bajo las cuales se localizan los aparcamientos, y alrededor los espacios infantiles, locales de reunión, cafetería, parroquia y supermercado, es decir, espacios perfectamente adecuados a un uso previo. Alguien pensó una arquitectura con pocos recursos pero con la voluntad de que las personas que allí vivirían lo hicieran mejor, con más calidad de vida. Recogiendo una alta densidad de edificación, las construcciones crecieron al lado de zonas libres, áreas de esparcimiento, lugares en los que la edificación facilitase el ocio y la relación entre sus habitantes.


Hoy, 30 años después, muy cerca, en Eirís y Matogrande, se han levantado grandes edificios de viviendas, sin ninguna planificación, con un afán especulativo desmesurado, y que no han mejorado en absoluto la idea conceptual de lo que pretendía ser el barrio. Quizás el proyecto fuese por delante de su tiempo, anticipando soluciones que sólo se podrían comprender del todo cuando se diesen ciertas premisas de racionalidad, todavía no maduras en aquellos tiempos. Seguramente no es perfecto, pero ha conjugado aspectos sociales, tecnológicos, estéticos y económicos con un resultado de riqueza compositiva y espacial, que manifiesta el buen oficio de quien lo proyectó, independientemente de que se haya logrado o no, el objetivo buscado.
Entre los equipamientos que se pensaron para el Barrio, solo se llegó a desarrollar el edificio que intentamos analizar en este trabajo, se trata del Centro Parroquial, obra del arquitecto madrileño José Antonio Corrales Gutiérrez, que le sería encargada también una Unidad Vecinal, de gran reconocimiento y que le serviría para obtener el Premio Nacional de Arquitectura. El equipamiento de índole religiosa, estuvo durante años en estado de semi abandono, lo que ha repercutido en su estado actual, pero debemos de reconocer que el edificio está tocado por la magia de la arquitectura, siendo capaz de modelar, desde sus raíces, las formas arquitectónicas y consiguiendo una resolución equilibrada de la permanente dicotomía entre forma y contenido.

LA ARQUITECTURA RELIGIOSA MODERNA. GALICIA




La arquitectura religiosa del siglo XX es fiel a su propio tiempo. Hay determinados usos que facilitan la percepción pura del espacio, en general entre ellos se encuentran los lugares de reunión, allí donde se congregan grupos de personas en torno a una única actividad. Es así como la arquitectura religiosa es un fiel ejemplo de esos usos.
Dentro de la arquitectura religiosa, podemos distinguir entre diferentes tipos: templos, iglesias catedrales, iglesias conventuales, iglesias de peregrinación, iglesias parroquiales, oratorios o capillas, arquitecturas conmemorativas y templos no convencionales. Cada uno de estos tipos tiene sus particularidades espaciales, programáticas y jurídicas.
En la escena internacional, diversos profesionales se ocuparon de aquellos intervalos del siglo en los que las iglesias católicas irrumpen en el debate moderno. La comunidad alemana comenzó a pensar la parroquia como una arquitectura moderna, apoyándose en las primeras experiencias francesas de Auguste Perret (17) con hierro, hormigón y cristal para imaginar un espacio de culto a la vez cristiano y moderno. A la cabeza del nuevo movimiento, la simplicidad y la abstracción extrema de las parroquias de Rudolph Schwartz y Dominikus Böhm. A la vuelta de la Segunda Guerra Mundial su intuición de un espacio litúrgico moderno recoge un tiempo de expiación y vuelta a la religiosidad de una Europa masacrada. Entonces un activo y consagrado arquitecto, Le Corbusier, dará pasaporte de modernidad a la arquitectura religiosa con su capilla de Ronchamp y con su convento de La Tourette, que recoge formas de Schwartz y que, como éste, reúne vanguardia y liturgia. Entonces la expresión de lo arcaico y, como con Sigurd Lewerentz (18) de lo clónico, matizará la modernidad en busca de una experiencia de unión de sustancias terrenas y oscuras con otras divinas y luminosas
La construcción de iglesias en España, durante la primera mitad del siglo XX, se produjo de manera inercial. El número de arquitectos era pequeño y su relación con el cliente razonablemente estrecha, además no existía ningún tipo de debate sobre el templo, porque todo el mundo sabía cómo debería de ser, o al menos, eso se pensaba. La arquitectura se estudiaba en términos de estilo, oscilando entre los diversos regionalismos, más o menos pintorescos, y la tradición de la Academia de Bellas Artes.
La arquitectura religiosa moderna tuvo en España un precursor: Antonio Gaudí, con un claro referente la capilla-cripta de la Colonia Güell.
A lo largo de la primera mitad del siglo, hubo algunos intentos de arquitectos visionarios como Casto Fernández Shaw o el gallego Antonio Palacios, con propuestas que incidían mucho en lo formal pero apenas cuestionaban lo programático, algo que será imprescindible en momentos sucesivos.

lunes, 9 de noviembre de 2009

EL CENTRO PARROQUIAL DEL BARRIO DE LAS FLORES


En los años 60, como fruto del crecimiento de la población que por aquel entonces se desarrollaba en la ciudad de A Coruña se decide urbanizar un sector de suelo con una superficie de 17 hectáreas para construir unas 2000 viviendas, con sus equipamientos complementarios. El terreno elegido se situaba próximo a lo que era y sigue siendo la principal entrada a la ciudad, la avenida Alfonso Molina. El terreno tenía un fuerte declive Este-Oeste y lo atravesaba el oleoducto Bens-Puerto, condicionantes que se han resuelto con gran habilidad.
El barrio de las Flores está constituido por cinco unidades vecinales de unas 400 viviendas cada una, encargadas a su vez a cinco arquitectos diferentes, Andrés F. Albalat, Ignacio Bescansa, José Antonio Corrales, Jacobo Losada y José Luque Sobrini, fueron los elegidos bajo la dirección de Ignacio Bescansa. Hoy en día, constituye uno de los ejemplos más paradigmáticos del urbanismo con ideas del movimiento moderno en nuestro país.
Situado en el centro del polígono y formando parte de una amplia zona verde, se construyó en torno a 1968, el centro parroquial de la Resurrección del Señor. Se ideó como un equipamiento más, pero condicionado por el paso de un oleoducto subterráneo que dividía el barrio en diagonal. Su parcela lindaba con la canalización, y el edificio lo acusó en su planta.
José Antonio Corrales, fue el encargado de llevar a cabo la obra, un arquitecto elegante y constructivista que resuelve con aparente facilidad los problemas que plantea la arquitectura. Utilizó la construcción metálica y su lógica expresión formal como argumento para este edificio.
De la misma manera, Corrales daría respuesta a la normativa litúrgica que parecía requerir espacios polivalentes para el culto. Así, proyectó una iglesia en graderío, sorprendente y llena de luz, sin aparentes referencias a la tradición, sino tan sólo al uso. El suelo se va adaptando al terreno, mientras la cota de cubierta permanece constante. La capilla de diario, más pequeña, se integraría con la primera mediante grandes paramentos de madera móviles.
Patios, circulaciones cubiertas, salas de catequesis, despachos y una vivienda sacerdotal que se eleva hasta la altura de los árboles, conforman un conjunto al que la estricta trama geométrica dota de unidad. Cinco ingeniosos lucernarios longitudinales contienen, simultáneamente, la estructura y el sistema de recogida de aguas pluviales.

EL ARQUITECTO


José Antonio Corrales junto a Ramón Vázquez Molezún (1922-1993) han formado uno de los equipos de arquitectos españoles más relevantes y fructíferos de la segunda mitad del siglo XX. Representantes de una arquitectura potente, rigurosa y muy expresiva, son autores de edificios que se encuentran entre los más representativos de la arquitectura contemporánea española. Un repaso cronológico de su obra más destacada comienza en el Centro de Segunda Enseñanza y Enseñanza Profesional en Cáceres (1954-1956), edificio fruto de la adición de una interesante sección transversal y con reminiscencias del constructivismo y Melnikov.
En 1956 ganaron el primer premio del Concurso Nacional para el pabellón español en la Exposición Universal de Bruselas, una construcción de esquema flexible y muy sencillo exigido por el momento en el que se desarrolló, en un periodo de plena autarquía dictatorial. El conjunto es desmontable según necesidades funcionales y del terreno (posteriormente instalado en Madrid en 1959), a base de un módulo de cubierta ligera de elementos hexagonales en planta con pendientes hacia el centro, sostenida por columnas metálicas tubulares que hacen a su vez de desagüe.
En colaboración con Alejandro de la Sota, construyeron la residencia infantil de Miraflores de la Sierra (Madrid, 1957-1958), tres plataformas en gradería cobijadas por un gran faldón de cubierta que responden adecuadamente a la topografía del lugar.
Ejemplos de viviendas unifamiliares son la casa Cela (Palma, 1961-1962) y la casa Huarte (Madrid, 1966), una vivienda volcada en sí misma con expresivo tratamiento exterior de ladrillo. Además del edificio de Selecciones Reader´s Digest (1963-1965), destacan finalmente tres de sus construcciones más sobresalientes en Madrid: el edificio Bankunión (1970-1975), planteado a partir de una planta flexible por agrupación de núcleos de aseos y comunicaciones verticales, aprovechamiento máximo de luz natural, conducciones verticales de climatización integradas en composición de fachada y empleo de aluminio anodizado en rojo claro y piedra rosa; el Banco Pastor (1973), con muro cortina en continuidad con la cubierta y fachada interior a patio trasero ajardinado; y el edificio auxiliar para el Banco de España (1984), construcción rigurosa en ladrillo de potente imagen exterior